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Mundo

La Cumbre de la CELAC y la ausencia de Guillermo Lasso

En 2021, gracias en buena medida a la iniciativa y decisión de los Presidentes de México y Argentina, se inició un activo proceso de relanzamiento y revitalización de CELAC, el mismo que adquirió un decisivo impulso con los sucesivos triunfos electorales de Jefes de Estado progresistas, profundamente comprometidos con la integración latinoamericana y caribeña, tales como Luis Arce Catacora, Gustavo Petro, Gabriel Boric, Xiomara Castro y Lula da Silva.Fernando Yépez Lasso

La CELAC, como heredera del Grupo de Río, es un mecanismo de diálogo y concertación política de los países latinoamericanos y caribeños, el cual permite la definición democrática y pluralista de posiciones regionales sobre los principales temas de la agenda internacional y la cooperación efectiva, así como su firme proyección en el complejo mundo contemporáneo con soberanía y dignidad, con visiones acordes con su identidad histórica, su realidad política, económica y social y los más altos intereses de sus pueblos.

En consecuencia, la CELAC ha avanzado sustantivamente en la concertación de posiciones regionales sobre los asuntos de mayor importancia y sensibilidad para nuestra región, tales como la defensa de la paz, la democracia y el estado de derecho; el fortalecimiento y profundización de la integración regional; los derechos humanos y el rechazo a los bloqueos e ilegítimas sanciones unilaterales; migración; medio ambiente; infraestructura regional; lucha contra el crimen transnacional; ciencia y tecnología; seguridad alimentaria; cooperación en salud; desastres naturales, entre muchos otros.

Asimismo, la CELAC ha establecido un fecundo diálogo político y ambiciosos programas de cooperación con otros bloques políticos y económicos, así como con muy importantes protagonistas de la vida internacional, entre ellos la Unión Europea, China, Rusia, India, los países del Golfo, entre otros. Cada proceso tiene sus propias características y particularidades, pero en cada uno América Latina y el Caribe se presenta con una posición fuerte, concertada, soberana y acorde con sus propios intereses.

El Ecuador, durante el gobierno del Presidente Rafael Correa, fue un activo protagonista en la creación de CELAC y en su decisivo impulso. Ejerció con brillo y singular iniciativa su Presidencia en 2015 y en tal calidad presidió también la Cumbre Birregional con la Unión Europea en Bruselas, ocasión en la que se efectuó una evaluación del cumplimiento de los Planes de Acción desde la Cumbre de Madrid de 2010 y se aprobó una declaración específica con lineamientos para el positivo avance del diálogo institucionalizado y la construcción de la asociación estratégica birregional.

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Lamentablemente poco después la restauración conservadora se impuso en la región, la misma que significó el retorno de las políticas neoliberales que profundizan la desigualdad y la pobreza, el alineamiento con Washington, la persecución y la judicialización de la política, la destrucción de UNASUR y la paralización de CELAC, exitosos procesos integracionistas que pretendieron reemplazar con los fallidos Grupo de Lima de carácter intervencionista y la mercantil ProSur. Años perdidos para la consolidación de la democracia, el desarrollo con justicia, equidad e inclusión social y para la integración soberana de nuestros pueblos.

En 2021, gracias en buena medida a la iniciativa y decisión de los Presidentes de México y Argentina, se inició un activo proceso de relanzamiento y revitalización de CELAC, el mismo que adquirió un decisivo impulso con los sucesivos triunfos electorales de Jefes de Estado progresistas, profundamente comprometidos con la integración latinoamericana y caribeña, tales como Luis Arce Catacora, Gustavo Petro, Gabriel Boric, Xiomara Castro y Lula da Silva. Esta segunda ola histórica de gobiernos progresistas en la región, con sus propias particularidades y circunstancias, constituye una oportunidad idónea para el fortalecimiento y profundización de la integración de nuestros pueblos, para su proyección soberana en el mundo sin distinciones ideológicas y la cabal defensa de nuestros intereses comunes y prioritarios.

La integración es un imperativo para América Latina y el Caribe en el mundo de hoy. La cooperación en salud y la reactivación económica luego de la pandemia del Covid 19; la defensa de los derechos humanos y de los principios del derecho internacional; los efectos de la guerra entre Rusia y Ucrania; la consolidación de un orden internacional multipolar; el compromiso con las causas del Sur global; las migraciones; la seguridad alimentaria, el comercio, los sectores estratégicos y la infraestructura regional; los problemas propios de nuestra realidad política, económica y social, agravados por el neoliberalismo, que demandan políticas y visiones comunes, así como una eficiente acción conjunta y cooperación; la defensa de la democracia ante las crecientes amenazas por sectores de ultraderecha y el renovado apego de los Estados Unidos de América a la Doctrina Monroe, recientemente ilustrado por la Jefa del Comando Sur, quien explicó a través de una declaración pública los intereses de su país en nuestra región, son, entre otros, los hechos y prioridades que marcan el complejo escenario actual para América Latina y el Caribe, que solamente logrará preservar sus intereses soberanos con una acción única, firme y digna, producto del diálogo democrático y pluralista, la concertación y la más amplia integración.

Por lo expuesto, la Cumbre de CELAC, celebrada en Buenos Aires el 24 de enero pasado, tuvo un profundo significado para el relanzamiento robusto de nuestra integración regional, fundamentada en nuestra historia y valores compartidos, en nuestros intereses comunes, en el diálogo pluralista y la concertación. La Cumbre transmitió también un mensaje claro respecto a la decisión política de avanzar en nuestras relaciones internacionales de manera soberana, conjunta y concertada, sin alineamientos, ni tutelajes, con todos los países del mundo, sin distinciones ideológicas, según nuestros propios intereses y en el marco del derecho internacional.

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El Presidente del Ecuador, Guillermo Lasso, no asistió a la crucial Cumbre de CELAC en Buenos Aires. Su política exterior ha sido errática y carente de iniciativas; totalmente alineada con las visiones e intereses de los Estados Unidos de América; distante de la integración regional y totalmente divorciada de

las causas y compromisos del Sur global. Su limitada visión mercantilista de las relaciones internacionales y su servil sumisión a Washington, así como su indudable identificación con el pensamiento de la derecha más conservadora le alejan de conceptos y valores esenciales como la soberanía y la dignidad nacional; la integración regional y las causas del mundo en desarrollo, al cual pertenece el Ecuador; los derechos humanos, la defensa de los migrantes y la construcción de una sociedad justa, equitativa e incluyente. La realidad y los intereses del Ecuador son muy distintos de los Estados Unidos de América.

Una simple revisión de los discursos pronunciados por Guillermo Lasso en los foros internacionales corrobora inequívocamente su poco conocimiento de los escenarios y agendas respectivas, así como sus visiones limitadas y tuteladas por Washington y, consecuentemente, alejadas de la realidad e intereses del Ecuador, la región y el mundo en desarrollo. Así, por ejemplo, en la Asamblea General de la ONU calificó a las indudables asimetrías existentes como “supuestas” y no dijo una letra sobre el injusto orden internacional y las legítimas causas del mundo en desarrollo; en la Asamblea de la OEA identificó la migración con el delito transnacional con un enfoque de seguridad, desconociendo nuestra tradicional visión de derechos humanos en la materia y que las verdaderas causas de la migración son la pobreza, la inseguridad y la falta de oportunidades, salud y educación; en Israel y luego en las votaciones de las Resoluciones correspondientes de la ONU negó un principio esencial del derecho internacional, profundamente vinculado a nuestra historia y a la de América Latina, como el no reconocimiento de la adquisición de territorios por la fuerza y no condenó la ilegal ocupación israelí y su criminal violación de los derechos humanos, posiciones contrarias a nuestra Constitución y a la tradicional política exterior ecuatoriana.

La única aproximación a la integración regional ha sido su anhelado ingreso a la Alianza del Pacífico, proceso netamente comercial, que, a pesar de las falsas expectativas creadas por el gobierno ecuatoriano y los medios de comunicación, ha concluido con un rotundo fracaso al no poder cerrar, como era previsible, un Acuerdo de Libre Comercio con México, requisito indispensable para ser miembro de la Alianza del Pacífico.

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El Presidente Lasso no asistió a la reciente Cumbre de la CELAC en Buenos Aires por varias razones, entre ellas las siguientes:

-Desprecia la integración regional y la unidad latinoamericana y caribeña;

-Es un títere de los Estados Unidos de América y considera que la OEA de Almagro es el foro regional apropiado;

-Sus posiciones sobre la lucha contra las drogas, migración, derechos humanos, comercio y sectores estratégicos, entre otras totalmente alineadas con Washington, son contrarias a las visiones, tendencias mayoritarias e intereses de la región;

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-El reconocimiento de Guaidó, que siempre fue risible y contrario al derecho internacional, y la negativa a normalizar relaciones con Venezuela, que participó soberanamente en la Cumbre;

-Su vergonzosa negativa de conceder el salvoconducto a la ex Ministra María de los Ángeles Duarte, contraria a los principios del derecho de asilo diplomático, institución propia del derecho interamericano;

-El grave escándalo de corrupción “el gran padrino” que afecta al corazón de su gobierno y le impide viajar;

-El rechazo mayoritario del pueblo a su gestión.

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En definitiva, los hechos anotados, junto con las masacres carcelarias, la inseguridad, el incremento de la pobreza y la desigualdad, la tragedia de la nueva ola migratoria y la corrupción marcan, entre otros, la actual imagen del país y su errática y servil política exterior. ¡Triste y vergonzosa realidad!

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