Café con humitas…y fascismo

Cuentan que ocurrió en una reunión familiar cuyo motivo principal no viene a cuento. Había gente de todas las tendencias, tomando café con humitas, y entre ellos y ellas un oficial del ejército. Algunas señoras de tendencia progresista se pusieron a hablar acerca del comportamiento policial en los paros de octubre del 2019 y junio del 2022, así, en una conversación normal… Y de repente el militar estalló, conminándolas (sí: CONMINÁNDOLAS, como se lee) a callar con el argumento de que en ‘su’ casa (era la casa de su madre) nadie habla mal de las Fuerzas Armadas y deshonra a su madre.

Obviamente, había algunas inexactitudes en el estallido: primero, nadie hablaba mal de las Fuerzas Armadas, sino de la Policía, sí, de esa que cada día nos ‘sorprende’ con un ‘caso aislado’ de participación en el narco, en la delincuencia común o hasta en feminicidios inconcebibles para cualquier mente medianamente humana. Pero cuando se lo aclararon, el militar dijo que ‘da lo mismo’. Tampoco se comprendía bien por qué hacer una crítica que, por otro lado, está en la boca de todo el mundo, podía deshonrar a la madre de alguien, por muy militar que fuera. Es más, es posible que el incidente en sí no tenga mayor importancia de no ser por la actuación coercitiva del oficial del ejército en un ámbito no castrense. Porque, hablando en morocho: ¿acaso un militar, por muy militar que sea, por muy oficial que haya logrado ser, puede convertirse en un censor de las conversaciones de la gente en reuniones sociales o familiares?

Hay que aclarar que no se trató de una discrepancia, que bienvenida sea, de un ‘no estoy de acuerdo con esto por esto y esto’, algo que sería parte de una conversación normal y donde tranquilamente se puede disentir y contrastar opiniones de manera respetuosa. No. Se trató de una orden, igual, como suena: ORDEN. ¿A propósito de qué? ¿De que era la casa de su madre, una persona con la cual se puede conversar de cualquier cosa cuando él no está presente? ¿O tal vez a propósito de que él es un oficial del ejército? ¿Y eso qué pinta? Que se sepa, hasta donde se conoce, en este país no hay una regulación marcial de lo que la gente puede expresar en reuniones familiares, sociales o al caminar tranquilamente (¿?) por la calle. ¿O sí? ¿O ya habrá y todavía no nos dicen? ¿O todavía no han recibido la orden de evidenciar que ya hay, pero alguien no se pudo contener?

En ese estremecedor libro de Franz Fanon, Los condenados de la tierra, se narra el episodio de un hombre, padre de familia, que trabajaba como torturador en contra de los rebeldes argelinos. Aparentemente, podía diferenciar tan terrible ocupación de su tranquila vida como esposo y padre. Sin embargo, un día se sorprendió al encontrarse atando a su esposa a una silla para que le informara de algún detalle de mediana importancia en tan plácida vida cotidiana. Si bien habría que salvar ciertas distancias, ¿no es lo mismo mandar a callar groseramente a tu prima en una reunión familiar solamente porque expresa una opinión de desacuerdo ante abusos policiales de todos conocidos? ¿No es lo mismo tomar como una deshonra a tu madre el hecho de criticar algo solamente porque a ti o a tus jefes no les gusta? ¿Cómo opera el poder, o la sensación de poder, en la mente de los miembros de sus cuerpos colegiados? ¿Por qué una persona piensa que solamente por llevar eventualmente un uniforme tiene el derecho (y quién sabe si la obligación) de mandar a callar a otra persona aun cuando se trata de dos personas libres, adultas y conscientes de sus actos?

El neofascismo imperante y compañero ineludible del neoliberalismo deshumanizante y codicioso se extiende como una epidemia. Más triste aún resulta saber que el militar en cuestión fue hijo de un militar demócrata, que propició la destrucción de una cárcel inhumana, favoreció el regreso a la democracia después de una dictadura complaciente con el imperio y siempre pensó en su país y sus necesidades antes que en sus privilegios y su estatus. Entonces, quizá la deshonra no fue para una madre, sino para un padre, al no seguir su preclaro y sano ejemplo de lo que debe ser un militar en esta parte del mundo y en el conflictivo y trágico hoy por hoy que vive nuestro pueblo.