Opinión
La suma de todas las mezquindades
Mientras el alcalde de Quito organizó una serenata ‘privada’ para un grupo de quiteños de bien y cerró la entrada a la Plaza Grande para el verdadero pueblo de la capital, y mientras anunció una inauguración del Metro… sin trenes, en la ciudad Mitad del Mundo, la prefecta de Pichincha, Paola Pabón, junto con algunos otros estamentos y organizaciones públicas y privada organizó un gran festival de globos aerostáticos que atrajo pilotos de diversas partes del mundo. A este evento se unieron también una feria gastronómica y varios conciertos durante todos los días de su duración. Es cierto que hubo un incidente, más que accidente, con un globo que descendió y se aproximó a unos cables eléctricos, pero fue solucionado con rapidez y efectividad y no hubo ninguna desgracia que lamentar. Pues bien, la intendencia de la Provincia de Pichincha decidió, en el segundo día del festival, retirar los permisos de funcionamiento del mismo. ¿Las excusas? Tan vagas y difusas como ‘aforo exagerado’.
Hay que aclarar que es una acción de la misma intendencia que durante los conciertos organizados por el Municipio de Quito se hizo de la vista gorda ante aforos, desmanes y peleas de los asistentes. Obviamente, una intendencia perteneciente y al servicio del gobierno de Guillermo Lasso.
¿Cuáles serían los verdaderos motivos? Lasso, aunque se dice católico practicante, tiene algunas acciones que pueden llamar la atención incluso desde el punto de vista humano, no se diga desde el punto de vista de lo que debería ser un mandatario.
Por ejemplo, en la primera década del siglo XXI, y hacia la mitad de la segunda, apareció “Otro mundo es posible”, un movimiento cuestionador de la globalización, de la economía basada en la acumulación, de la religión como sistema de apoyo a un estado de cosas excluyente y represor. En fin, un movimiento crítico del sistema neoliberal que busca imponerse y de todas sus manifestaciones. Pues a Guillermo Lasso no se le ocurrió mejor idea que utilizar, para una de sus innumerables campañas electorales, el eslogan: “Otro Ecuador es posible”, pero que se refería a un Ecuador distinto al que pretendía construir la Revolución Ciudadana.
Obviamente, los postulados de Lasso no iban en el sentido propuesto por el movimiento mundial, lo cual ha quedado demostrado con creces en nuestros días. Él quería regresarnos (y finalmente lo consiguió) a su mundo de privilegios para él y los suyos, y para el sector al que representa. Y en aquella época remota de los años 2013 – 2014 todavía la gente no se tragó la píldora de su falsedad.
Pero Guillermo Lasso continúa manejando el discurso de una manera mendaz y artera. Y eso, no otras cosas, han mermado notablemente su credibilidad. Acusa a la gente que escogerá el “No” en la consulta popular planteada por él de ser narcodelincuentes y narcopolíticos. ¿Por qué no pone denuncias concretas en la Fiscalía, en lugar de hacer tales asertos sin una sola prueba? Pero lo más triste es que lo dice después de asegurar que defiende las libertades. En este mismo sentido, habla de defender la libertad de expresión, pero los candidatos afines a él para la prefectura de Pichincha anuncian como primera acción la desaparición de Radio Pichincha y todos sus canales, y no solamente eso: manda a atacar con sus ejércitos de hackers y trolles a los canales de ese y otros medios de comunicación alternativos. Y así. Basta que afirme algo para que sepamos que la realidad es exactamente al contrario.
Y por último, cuando ve que la gente está feliz de tener por lo menos una distracción en medio del caos y de la crisis, manda cerrar el evento, porque tal parece que en el fondo de su corazón no soporta la felicidad ajena, y allí mismo, más que algún tipo de afecto por su patria, y, ya se ha dicho, por la misma gente que votó por él, solamente anida la suma de todas las mezquindades.