Opinión
La trampa de la Consulta Popular
Posiblemente el hacer político sea una de las más falaces y mentirosas actividades humanas. Es parte de la competencia desesperada por alcanzar el poder o por mantenerlo. Y como toda publicidad, es muy difícil que diga la verdad en el sentido estricto de la palabra. Habrá que maquillar algunas cosas para poder situarse mejor que los contrincantes.
En nuestro país los dos últimos gobiernos utilizaron el mecanismo de la consulta popular para desmontar el modelo político que, con éxito en muchas áreas, se mantuvo durante diez años. Sin embargo, las mal llamadas élites se sintieron perjudicadas por aquel sistema y en cuanto pudieron cooptaron a un traidor que no tuvo problema en seguir un libreto oligárquico y de modelo pentagonal en donde se llegó a acciones tan horrendas como la violentación de nuestra embajada en Londres para entregar a la muerte a Julian Assange.
La primera parte de la destrucción del país fue llevada a cabo con la infamante consulta popular del “Siete veces sí”, cuyo objetivo principal era desinstitucionalizar al país, pero que para engañar incautos incluyó preguntas como aquella respecto de la no prescripción de los delitos relacionados con abuso sexual a menores y más en instituciones educativas, lo que, por otro lado, no impidió que este tipo de situaciones siguieran ocurriendo.
Ahora Guillermo Lasso vuelve a plantear una consulta popular, supuestamente para resolver a través de ella los problemas que él mismo, en su cogobierno con Moreno y en su gobierno actual ha creado, entre ellos el de la seguridad. La consulta popular o referéndum propuesta por Lasso y ya aprobada por la Corte Constitucional consta de ocho preguntas cuyo principal objetivo es, ante todo, hacerse con el control del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social para poder designar autoridades de control que no controlen ni estorben al Gobierno actual en sus afanes privatizadores y de persecución política. Quizá también, aunque según él mismo le importa ‘un pito’ la opinión de sus mismos votantes y peor de quienes no lo fuimos, puede ser, sin embargo, un modo de sondear la aprobación real con la que cuenta el actual mandatario y sus secuaces… perdón… los funcionarios de su gobierno.
Si realmente importara la voluntad popular, sin embargo, se preguntarían otras cosas. Por ejemplo, ¿por qué no consultarnos sobre la venta, concesión o regalo de los bienes públicos a empresarios privados? Ese sería un aspecto fundamental que debería ser consultado a las personas, pues el presidente de la República no es más que un administrador de bienes que son del país y no de él, ni de su familia, ni de sus amigos y mucho peor de cierta Embajada o del FMI. ¿Por qué, en su momento, no se nos consultó acerca de la entrega de Julian Assange, ya que se trataba de un ciudadano ecuatoriano perseguido por el imperio tan solo por haber divulgado crímenes de guerra que son de todos conocidos?
Tal como muchas de las noticias, ofrecimientos e incluso amenazas del gobierno actual, neoliberal, plutocrático y de inspiración fondomonetarista y pentagonal, la consulta popular no deja de ser otra venta de humo que, de una u otra manera, llevará el agua a su molino para continuar con la paulatina e imparable destrucción del Ecuador. Y si digo imparable es porque todo el pueblo sufre de un marasmo que le impide tomar acciones efectivas ante un régimen que poco a poco lo lleva inexorablemente hacia su propia destrucción.
Por el momento, en nuestra mano está por lo menos detener un poco la voracidad neoliberal sabiendo que, por más tentadora que suene alguna de las preguntas, el ocho veces no será la prueba de que nos damos cuenta de las protervas intenciones de un gobierno al que mucho le puede importar cualquier cosa, menos la gente o el avance del país.