Opinión
Monumentos, para recordar a los trabajadores
Desde tiempos inmemoriales los seres humanos han procurado perennizar los hechos trascendentes mediante la construcción de monumentos honrando a dioses, héroes, reyes, militares y otro tipo de personas cuya memoria no es conveniente que las nuevas generaciones lo ignoren. Así surgieron por ejemplo las pirámides tanto en Egipto como en las tierras que hoy ocupan México, Guatemala, Perú, Ecuador.
Esta costumbre universalmente practicada a lo largo de la historia, también se ha manifestado en nuestro medio así el paisaje urbano se ve adornado con monumentos en parques, avenidas y otros lugares de concurrencia ciudadana. Sería largo mencionar todos los casos y sus motivaciones, a manera de ejemplo anotemos que en el año 1909, durante el segundo gobierno del General Eloy Alfaro Delgado, se inauguró el monumento a la gesta libertaria del 10 de Agosto de 1809 en la Plaza de la Independencia. Formado por una torre en cuya cúspide se yergue la figura que representa la libertad y en cuya base se aprecia la huida del león ibérico atravesado por una flecha y un cóndor rompiendo las cadenas de la dependencia a España. Alegorías que dicen mucho de los ideales que animaron a los patriotas.
Tanto en la capital como en el resto de ciudades del país se han levantado monumentos dedicados generalmente a personajes militares, políticos, literatos, educadores e impulsores del desarrollo y progreso local y nacional. Este mecanismo de perpetuar hechos y personajes está bien en cuanto sirve para que la memoria social no pierda de vista la importancia de rendir homenaje a quienes han contribuido al bienestar de la ciudadanía. Sin embargo se evidencia también la diferencia de clases y de apreciación respecto a quienes son los homenajeados que generalmente representan a los sectores dominantes y muy poco o casi nada se ha hecho en beneficio de inmortalizar las gestas y nombres de aquellos que provienen del pueblo.
Lo anterior viene a cuento dado el hecho de que un centenario que debió servir para una amplia recordación, estudio y reflexión como es la masacre del 15 de Noviembre de 1922 sucedida en la ciudad de Guayaquil en el gobierno del Presidente José Luis Tamayo cuando militares y policías reprimieron la manifestación de los trabajadores que exigían de los poderes públicos hagan algo para paliar la grave crisis económica que pasaba la población al encarecerse la vida de manera vertiginosa dada la caída del precio del cacao que se exportaba y los abusos de una banca chulquera que sangraba a la gran mayoría. Para el Ecuador este día 15 de Noviembre es tan importante como el 1ro. de Mayo de 1886 en Chicago cuya masacre es recordada en todo el mundo como el día de los trabajadores.
Sin embargo en el Ecuador la celebración del centenario de la masacre del 15 de Noviembre no ha merecido casi ninguna celebración. Las universidades no han hecho seminarios, foros, conferencias, conversatorios; los círculos de intelectuales, pensadores, historiadores han pasado por alto esta fecha, las organizaciones de trabajadores que son los más directamente obligados a esta recordación han estado más ocupados en peleas internas por la representación en el IESS aparte de la ya clásica división de las centrales sindicales en CUT,FUT,CEDOC CLAT, CEDOC CUT, UNE, etc.etc. la prensa nacional, televisión y radio tradicionales nada han dicho pues para ellos más importante es el futbol que un acontecimiento que debería crear conciencia de la realidad obrera y de los explotados.
Lo ideal hubiera sido que hace un año, cuando menos, las organizaciones de trabajadores se preocuparan de esta recordación e impulsaran la construcción de un monumento a la clase trabajadora del Ecuador que debería haberse inaugurado el 15 de Noviembre de 2022 en la ciudad de Guayaquil pero no, nada. Por cierto que pedir que el gobierno nacional se ocupe de esta importante fecha para los trabajadores es pedir peras al olmo puesto que un Presidente de la República banquero nunca va a reivindicar las luchas populares, esperar que lo haga la Alcaldesa de Guayaquil es también imposible porque es vocera de la oligarquía porteña representada en el Partido Social Cristiano; es paradójico que la Sra. Cynthia Viteri haya entregado un parque de Guayaquil al sionismo israelita para que se levanten monumentos al judaísmo aún a despecho del desconocimiento y hasta oposición de los vecinos del lugar y no piense en honrar este tipo de gestas que enaltecen al puerto principal.
Si en Guayaquil, lugar obvio y natural para un monumento que recuerde la muerte de cientos de jornaleros, artesanos, estibadores, obreros y empleados que fueron asesinados, no se ha hecho nada y no se podía esperar nada quizá pudo y debió ser Quito en su condición de capital del país, el lugar donde se levante este monumento al pueblo llano, pero tampoco y las contradicciones también se dan en esta ciudad así mientras se honra a gente extraña que seguramente poco o nada sabían del país y de la ciudad como el monumento a Winston Churchill o al fundador del grupo elitario y de extrema derecha católico Opus Dei, Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer, nada se hace por honrar a luchadores populares que desde la época de la Colonia mostraron su inconformidad con los poderosos de turno.
Cómo se explica este olvido del pueblo y sus gestas notables y se recuerda tanto personajes extranjeros que poco o nada tienen que ver con nuestra cultura e historia? La explicación pasa por el carácter dominante de nuestras clases adineradas que crean un relato en donde lo extranjero es más valioso y merece destacarse, es lo que se denomina la europeización de nuestra cultura y más recientemente podríamos decir la yankisación de nuestra sociedad donde las tradiciones de los Estados Unidos están más activos y presentes que nuestros propios valores ancestrales, baste ver las celebraciones de Halloween el 31 de Octubre o el Black Friday.
La segunda razón que explica el abandono de celebraciones en las cuales el pueblo es el gran protagonista tiene que ver con las diferencias de clase que hacen creer a muchos ser superiores a otros por un poco más de dinero que tienen o por un apellido supuestamente noble y que responde a los círculos más potentados; en esta lógica vale la pena mencionar lo que el Diario El Universo dice, en estos días, haciendo memoria del 15 de Noviembre en donde anota que el auge de las exportaciones de cacao llevó en el país a ciertos hacendados costeños a vivir un lujo y boato como los europeos al punto que se conocieron a principios del siglo XX como los “gran cacao” representados por apellidos como: Sotomayor, Stag, Luna, Puga, Aspiazu, Seminario, los cuales contrastan notablemente con los apellidos que el escritor de la novela “Las cruces sobre el agua” Joaquín Gallegos Lara, menciona que murieron en la represión del 15 de Noviembre: Baldeón, Cortés, Morán, Moncada, García.
De todas maneras vaya esta recordación como homenaje a quienes hace cien años murieron por el único delito de protestar por el alto costo de vida, por luchar a fin de lograr unas condiciones más humanas y asegurar un mejor futuro para sus hijos, a aquellos mártires que abrieron los caminos de la organización obrera y de los trabajadores en el país. Su sangre no cayó en el vació, nunca cae en la inutilidad la sangre de los luchadores populares, la llamada Revolución Juliana de 1925 recogió sus aspiraciones y marcó una nueva etapa en la vida nacional.
La masacre del 15 de Noviembre de 1922 merece un adecuado monumento recordando que el camino de las conquistas sociales se construye con lucha y sangre y no es un dadivoso regalo de los gobernantes y sus auspiciantes. El monumento no se ha hecho ahora, tengo la esperanza de que algún día se hará.