Muerte: Diversos enfoques

La muerte es un acontecimiento inevitable por el que debemos pasar todos los seres humanos. Ante semejante acontecimiento la reacción ha sido muy variada a lo largo de la historia y de las culturas, las latitudes y circunstancias; sin embargo en todos los casos se ha mostrado un respeto por el fin de la existencia terrenal de una persona. En nuestra cultura latinoamericana, en la cual ha ejercido enorme influencia en el pasado y lo sigue haciendo hasta nuestros días pero con menor fuerza la Iglesia Católica, honrar a los muertos ha supuesto la construcción de vistosos cementerios con verdaderas obras de arte en mausoleos de familias pudientes en los cuales se representan castillos romanos o griegos, mansiones celestiales adornadas con imágenes de ángeles, santos, vírgenes, cristos y demás invocaciones a la divinidad. En la cultura anglo sajona los cementerios son mucho más sobrios, libres de tanto adorno y decoración, tumbas con una lápida que refiere las fechas de nacimiento y muerte de la persona de que se trate.

Las religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo e islamismo, en el orden cronológico de aparición, creen firmemente que la existencia humana se realiza por una sola vez, con juicio individual el día de la muerte, Dios envía a las almas al fuego eterno si sus actos le condenan o al disfrute del cielo o paraíso si su conducta merece recompensa; al final de los tiempos, esto es el fin del mundo, las almas se someten a un juicio universal para ratificar la sentencia individual con el agregado que toda la humanidad conocerá su destino final y eterno.

Las culturas orientales como el budismo e hinduismo han creído por siglos que la muerte no es más que el fin de un ciclo por el que debe pasar el alma en su sendero de perfección, de manera que cada existencia sirve para avanzar en el nivel de conciencia. La muerte ha de verse como el nacimiento a otro tipo de vida del espíritu que en un tiempo determinado volverá a tomar una forma humana en su siguiente reencarnación. Por cierto que en un análisis estadístico dos de cada tres habitantes del planeta creen en la reencarnación, teoría que en los últimos años ha alcanzado amplia aceptación en occidente.

La evolución en el pensamiento de las sociedades ha llevado a que las nuevas generaciones, desde mediados del siglo XX, acepten con naturalidad la cremación de los cuerpos de sus seres queridos cremación que cada día alcanza cada vez más adeptos, cosa inusitada hace algún tiempo. Aceptar esta forma de tratar al cuerpo de un ser querido supone un cambio sustancial de paradigma, esto es la certeza de que una cosa es el cuerpo material y otra el alma o espíritu. Esto marca una comprensión de las condiciones y características del cuerpo material que es muy distinto al alma o espíritu el cual no puede pasar por las mismas vicisitudes; por ello las pinturas y cuadros que a lo largo de los siglos se ha presentado con almas soportando el fuego del infierno o las calamidades relatadas por Dante en su obra La Divina Comedia son relatos que la racionalidad no puede aceptar. Tanto es así que el cuadro del infierno expuesto en la Iglesia de la Compañía de Quito ya no suscita el miedo en niños y jóvenes que antaño espantaba, sino la sonrisa de quienes admiran la obra de arte.

Las nuevas generaciones influenciadas por los avances de la ciencia y de la tecnología analizan las doctrinas religiosas del pasado y ponen en duda o simplemente descartan muchas de las enseñanzas tradicionales. Esto explica en buena manera su desapego a ritos y manifestaciones religiosas en el quehacer cuotidiano. La misma Iglesia Católica a través de sus más altos voceros oficiales ha negado la existencia de lugares sagrados que motivaron en el pasado la adhesión de creyentes, lugares como el limbo, el purgatorio, el infierno han sido retirados del culto oficial. Pero una cosa es la jerarquía y otra el sentimiento y vida de los feligreses comunes y corrientes, en efecto mientras los teólogos analizan y discuten los aspectos teleológicos de la fe, el pueblo enarbola banderas religiosas que respondan a sus inquietudes inmediatas, de esta forma en México surgió y ha tomado

auge en otros lugares del continente el culto a la Santa Muerte por medio del cual le rinden homenaje a la representación ósea del cuerpo humano atribuyéndole una serie de milagros, favores y prodigios; este culto tiene mayor sentido cuando los practicantes son personas perseguidas por la ley al estar involucradas en el tráfico de drogas, saben entonces los devotos cuan frágil es la vida puesto que se la puede perder en manos de las fuerzas del orden o en revancha de los propios grupos delictivos. Por estas razones la Iglesia Católica no ha reconocido como válida y recomendable el culto a la santa muerte.

Abordando el tema desde los avances de la ciencia tenemos que la medicina ha dedicado en estas últimas décadas a investigar que sucede cuando alguien pierde los signos vitales como respiración, latido del corazón, calor corporal etc. y se declara clínicamente muerta a una persona. La observación de este fenómeno, de personas que han muerto y han vuelto a vivir ha motivado recoger sus testimonios de manera de lograr cientos y miles de casos en lo que se ha denominado Experiencias Cercanas a la Muerte (ECM), en la mayoría de los casos los episodios que pasan son similares: ven su cuerpo en la cama del hospital, oyen y ven a médicos y auxiliares en sus conversaciones , son arrastrados a un túnel al final del cual se presenta una luz muy acogedora, sienten paz y felicidad. Quizá la persona más famosa en este campo por los miles de casos que trató y el método de asistencia a los moribundos que desarrolló es la Dra. Elizabeth Kubler Roos, fallecida en el año 2004, quien recibió reconocimientos académicos expresados en 25 doctorados honoris causa dados por las más prestigiosas universidades del mundo.

Sea como fuere la existencia humana es un episodio pasajero, tan efímero comparado con la existencia del mundo que podemos afirmar con el escritor español Calderón de la Barca “La vida es sueño”.