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El Salvador: El gato, la lluvia y la foto
Ese personaje, además de ser responsable por el asesinato de 32 mil campesinos e indígenas en la insurrección de 1932, fue reconocido por sus seguidores por haber reducido a su mínima expresión la delincuencia en el país. Entre sus excentricidades se recuerda la muerte por apendicitis de su hijo a causa de su negativa a que recibiera atención médica, tratándolo él personalmente con “aguas azules” (agua natural envasada en frascos azules y expuestos al sol por varios días), que obviamente no hicieron ningún efecto en el paciente.
Noventa años después, gobierna El Salvador un personaje al que sus seguidores adjudican haber reducido drásticamente el crimen a fuerza de represión y la implantación de un régimen de excepción que lleva ya siete meses desde su instalación.
Hace apenas una semana, uno de los peores huracanes que amenazaron en los últimos años a Centroamérica se acercaba aceleradamente a territorio salvadoreño; el autócrata en cuestión, lejos de poner en tensión las fuerzas vivas del país y reactivar las estructuras de Protección Civil (desmanteladas por falta de presupuestos adecuados a nivel municipal y por falta de seguimiento a las estructuras heredadas de administraciones anteriores) no tuvo mejor ocurrencia que llamar, en anuncio oficial, a una “Jornada Nacional de Oración”, como medida para prevenir los desmanes de una naturaleza que sin duda se ensaña con un país de altísima vulnerabilidad a causa del descuido de gobiernos y habitantes respecto al medio ambiente y al respeto a la naturaleza en general.
Como aquel dictador de los años 30, este también parece valorar más la vida de los animales que las de seres humanos (aunque haya dejado morir animales en el Zoológico Nacional por desatención antes de cerrarlo definitivamente); el incidente en San Miguel con la detención por casi 48 horas de un médico por atropellar accidentalmente un gato en un estacionamiento, dejó como resultado que 32 personas no pasaran las consultas médicas programadas para dos días; de igual modo, una cirugía programada no pudo ser realizada, según informó el médico en cuestión.
En cualquier caso, aunque con 90 años de diferencia, las comparaciones son odiosas, pero a veces resultan inevitables.
La enfermiza necesidad de aparentar
Si algo caracteriza al actual gobierno de El Salvador es su enfermiza necesidad de aparentar modernidad, progreso, innovación, avanzada que iguala o supera las realidades del primer mundo. Le interesa particularmente proyectarlo a nivel internacional. Así hemos visto el fiasco del Bitcoin utilizado en primer lugar para aparecer como rupturista y avanzado en materia de finanzas (primer país en utilizar un criptoactivo como moneda de curso legal).
Del mismo modo, cuando fracasó su plan de negociaciones entabladas con las pandillas, ocultó su fracaso con una enorme campaña publicitaria, la cual combinaba con el despliegue de una maquinaria militar que, aunque apuntaba a su propio pueblo de manera indiscriminada, y no selectivamente hacia el crimen organizado, emitía hacia el exterior señales propagandísticas de un país súbitamente seguro (por eso inaugura juegos mecánicos en una sencilla playa y sus propagandistas se esfuerzan en hacer creer al mundo que es prácticamente lo mismo que ir a Dysneylandia, y organiza centros turísticos a gusto y necesidad de ricos especuladores extranjeros para que vengan a disfrutar y a lavar capitales a golpe de Bitcoin).
Así sucedió cuando “creó” artificialmente el, Hospital El Salvador, que nunca dejó de ser un galerón mal equipado, una bodega, muy lejos de poder ser llamado siquiera hospital. Pero el objetivo no era la vida de los pacientes, que por cierto se morían alarmantemente en mayor cantidad que en otros centros hospitalarios de similar nivel, sino la pura apariencia publicitaria (el mejor hospital de América Latina, fue la muletilla presidencial en su inauguración).
La misma insaciable necesidad de aparentar guio la idea de creación del Instituto de Bienestar Animal, plantándose en las redes sociales, con especial orientación hacia escenarios internacionales -y, por supuesto, con altísimos gastos en publicidad pagados del erario nacional-, con el único fin de asegurar que el mensaje llegue a ese público transformado en objetivo central de la operación. La intención era generar, nuevamente, la idea de un país de avanzada, donde se cuida de manera superlativa el bienestar de todo tipo de vida animal.
El mensaje, dejaba implícito que si un país dedicaba importantes recursos estatales a la salvaguarda animal (esfuerzo loable en todo sentido) significaba también que la vida humana estaba al menos garantizada en iguales términos. La realidad es que el deterioro de la salud pública resulta evidente en el país a causa del abandono de políticas sanitarias, que en previos gobiernos habían generado importantes avances en la materia, democratizando y ampliando la atención médica gratuita y las especializaciones, con la adquisición de tecnología de última generación. Una parte importante de ese retroceso se encuentra en los numerosos casos de corrupción detectados a los más altos niveles de decisión ministerial, y al oscurantismo aplicado a la administración de recursos del Estado.
Recordamos estos datos porque se corresponden con el incidente de la semana anterior, cuando un médico, que tuvo una destacada actuación durante la pandemia de COVID-19, cuando estuvo a cargo del Instituto del Seguro Social de San Miguel, fue detenido por la policía y personal de Bienestar Animal, por haber atropellado accidentalmente a un gato en el estacionamiento del hospital del ISSS en San Miguel, y al no haberse percatado del hecho, no se detuvo a auxiliar al animal.
El tiro por la culata
Los burócratas del gobierno, ansiosos por demostrar a su jefe sus habilidades en el ejercicio del autoritarismo que evidencia día con día el mandatario, se apresuraron a subir a las redes sociales semejante desatino, con fotos del médico esposado y llevado en carro patrulla, asegurando que el galeno debería terminar en la cárcel, porque “en este gobierno no hay privilegios”. El caso finalmente fue desestimado, pero el profesional de la salud pasó de miércoles a viernes a mediodía detenido en un puesto policial.
Sin embargo, en esta ocasión el autoritarismo y servilismo no pagó dividendos. La reacción de la comunidad médica, tanto desde el Colegio Médico hasta los sindicatos de trabajadores de salud y, en general la opinión pública, produjo una inmediata ola de rechazo a la medida y de exigencia de libertad al profesional, dado que en ningún caso se trató de maltrato animal sino de un accidente lamentable. La causa fue cerrada.
En todo caso se trata de uno de los (por ahora aún escasos) episodios en que una arbitrariedad del gobierno se revierte por presión popular, especialmente por el escándalo de denuncias en el terreno más sensible para el oficialismo: las redes sociales. Esa vez la obsesión por figurar jugó una mala pasada al gobierno, sus burócratas y matones.
No ocurre lo mismo, al menos por ahora, ante los conocidos reclamos expresados ante las cámaras y multiplicado en las redes, de una madre que pide al presidente la liberación de su hija injustamente detenida. El gesto de la mujer, ofreciendo devolver los $300 que el gobierno entregó durante la pandemia a las familias de escasos recursos, pero que a cambio le devuelva a su hija (menor de edad) resultó de fuerte impacto simbólico en la medida que representa el deterioro de confianza de parte de sectores que, evidentemente, habían creído en las promesas de gobierno, y que hoy se ven frustrados ante la realidad que los golpea.
La lluvia que desnuda la incapacidad
Esta semana puso también en evidencia la falta de previsión y planificación del gobierno nacional ante los efectos del cambio climático y los desastres naturales.
No fue por casualidad que de todos los países duramente golpeados por el huracán Julia (que llegó a El Salvador degradado a tormenta tropical), haya sido el nuestro el que registra mayor número de muertos (10) después de Guatemala (15), un número inusual de afectaciones, pérdidas agrícolas estimadas en 17 millones de dólares, solo en el recuento de 12mil manzanas de cultivos de granos básicos, a lo que deben sumarse los $10 millones estimados por cultivos de café. Pero sin duda, la peor parte la llevan las miles de personas que lo perdieron todo porque sus casas quedaron bajo el agua; estas familias suelen además, pertenecer a los sectores más vulnerables, tanto por las zonas en las que habitan como en cuanto a las propiedades materiales que poseen, medios de vida, etc.
Para esas familias el drama inicia por segunda vez ahora, cuando el agua ha dejado de caer pero no de arruinar todo a su paso. Años de sacrificios borrados del día a la noche; las esperanzas de apoyo y ayuda, como ya se ha visto en casos anteriores, se limitarán a algunos elementos primarios, entregados por funcionarios con profusión de fotógrafos y cámaras, que registrarán el momento para próximas campañas electorales.
Sin duda, estos sectores tan afectados por la tragedia requerirán de los ojos y oídos atentos que reclamaba el Che de cualquier hombre o mujer con sentimientos revolucionarios. Es allí donde la militancia revolucionaria de izquierda debe estar, día con día, hasta lograr la reconstrucción que, sin duda, no llegará por graciosa concesión de un gobierno corrupto, sino de la lucha y el trabajo organizado de los pobres trabajando con los pobres; lo mismo sucede con las familias de presos y presas capturadas injustamente que requieren de apoyo en su justa lucha, y también con las familias de presas y presos del régimen por motivos políticos. La solidaridad en El Salvador cada día se transforma en bandera de lucha.
Todo el país ha sido afectado, pero en la zona paracentral y costera se concentra el 71% del total de las afectaciones, el 22 % en la zona oriental y el 16 % en la zona occidental.
El país se hunde y no solo bajo el agua.
Los datos económicos que se van conociendo aseguran lo que de todos modos resultaba previsible; sin inversiones productivas, con deudas públicas incontroladas, ausencia de transparencia, desconfianzas internacionales y un presupuesto desfinanciado, las posibilidades para la economía salvadoreña son decepcionantes.
Las grandes agencias multilaterales lo señalaron esta semana, desmintiendo en los hechos las siempre optimistas previsiones que suele ofrecer, sin credibilidad alguna, el funcionario a cargo del Banco Central de Reservas, un contador sin experiencia, pero sumiso y servil a las órdenes de Hacienda, de CAPRES y del aparato de propaganda gubernamental. EL BCR había elevado la proyección de crecimiento de la economía nacional, estimando que del proyectado originalmente 2.6%, el crecimiento llegaría, según datos del pasado 30 de septiembre, al 2.8%.
Pero esta semana, el FMI rebajó la expectativa de crecimiento para el país y la región. En el caso de El Salvador, de un 3% en abril, lo pasó a 2.6%, la proyección más baja de toda Centroamérica. Y el pronóstico es aún más bajo de cara a 2023, cuando se espera que la economía salvadoreña crezca un 1.7%.
Los datos coinciden con las estimaciones de la CEPAL, que calculó que sería del 2.5%, mientras el Banco Mundial, en su última actualización, rebajó la proyección para el país en 1.6%, estimando así que este año la economía salvadoreña crecería un 2.4%.
Con estas estimaciones de la tasa de crecimiento de la economía, El Salvador queda a la cola del resto de países de la región. Según los datos del FMI, Panamá estará a la cabeza con una tasa de crecimiento de 7.5%, Costa Rica le sigue con 3.8%, Nicaragua crecerá un 4%, Guatemala un 3.4%, al igual que Honduras.
Los datos rompen las excusas habituales de los funcionarios del régimen que se escudan en los efectos de la guerra del este europeo, porque todos los países del istmo sufren exactamente las mismas consecuencias sin que ello afecte tan marcadamente el desenvolvimiento económico y sus perspectivas. Esto tiene otras razones, que se suman a las ya mencionadas, pero a las cuales, al agregarle la enorme desconfianza e inseguridad jurídica que El Salvador despierta en los mercados internacionales, explica las negativas perspectivas en esta materia.
La crisis económica, el alto costo de la vida, las enormes dificultades por las que atraviesan las familias más pobres de El Salvador, que representa al menos el 25% de la población, se agudiza con los efectos de las tormentas, no solo para las miles de víctimas de los desastres naturales, sino para sus barrios, sus zonas diezmadas. Ante ello nada se espera de un gobierno preocupado en su imagen y la acumulación de riquezas para su grupo de poder. Si se suma a esto los miles de inocentes detenidos por el régimen de excepción, podemos dibujar el dramático escenario de El Salvador de hoy, especialmente en las capas más vulnerables.
La foto
Y en medio de esto, el presidente dedica su tiempo a otro show, un nuevo espectáculo mediático. Después del fiasco del ex procurador de DDHH, Apolonio Tobar, y en medio de las críticas nacionales e internacionales, desde cada uno de los más autorizados organismos mundiales de DDHH por las violaciones sistemáticas a todo tipo de derechos, incluyendo las muertes en custodia de cerca de un centenar de víctimas, el régimen optó por elegir como nueva procuradora a una persona con antecedentes reconocidos de nepotismo que, por lo tanto, no desentona en el elenco presidencial, que constituye un virtual clan familiar y de amigos.
Pero no era suficiente con elegir alguien así. Necesitaba que hubiese actuado durante los gobiernos anteriores, y que a cambio de obtener el nuevo puesto estuviera dispuesta a cerrar los ojos a todo, y jamás criticar el régimen de excepción. Eso es y representa Raquel Caballero de Guevara. Con antecedentes en el puesto, al que llegó a propuesta de Arena, pero con la complicidad y acuerdo de la entonces fracción del FMLN, la funcionaria pasó sin pena ni gloria por el puesto, pero en cambio se encargó de favorecer a su núcleo familiar desde su puesto.
Hoy, aquellos graves errores del FMLN de haberla aceptado como Procuradora durante su gobierno, se convierten en activos para el mandatario que, con la misma enfermiza vocación mediática, no duda en ponerla en primer plano en el palacio presidencial, ofreciéndole abrir las puertas de las cárceles -las mismas cárceles desde las cuales, según los medios de investigación independiente y las informaciones liberadas por La Guacamaya, demostraron que importantes cabecillas pandilleros han salido a tratarse a hospitales privados sin que siquiera se conozca las razones del traslado o los tratamientos a los que fueron sometidos- para que la nueva Procuradora, incapaz de ver, oír o denunciar nada, pueda “blanquear” los argumentos del régimen, y negar así las acusaciones de violaciones graves a DDHH a cargo del Estado.
Esto sí le interesa al presidente, porque es imagen de campaña. En cambio, las fotos de las casas inundadas, de los reclamos de la gente, de las cosechas perdidas, o de las madres pidiendo por sus hijas e hijos encarcelados injustamente, esas no valen para el presidente. No sirven para elevar su popularidad. No esperemos verlas a menos que sirvan para manipular opinión pública desde los oscuros centros de troles a cargo del encargado de comunicaciones de CAPRES y sus cómplices.