Justicia injusta

“Pudo probar su inocencia”, repiten los medios de incomunicación y algunos “letrados” que no han leído que la inocencia no se prueba, se presume. Lo dice la Constitución cuando garantiza la presunción de inocencia. Ola Bini, el desarrollador de software sueco, siempre fue inocente. Por su trayectoria y formación tecnológica, entabló amistad con Julián Assange. Ese fue su “crimen”, pues justamente el día que al creador de Wikileaks, la policía británica Scotland Yard le arrastraba de la sede diplomática ecuatoriana en Londres para reducirle a prisión, con la expresa autorización del gobierno de la traición, ese mismo día 11 de abril de 2019 arrestaron en Quito a Ola Bini, acusado de hacker ruso, amigo de Assange y al servicio de Ricardo Patiño.

En rueda de prensa la ministra de gobierno (así, con minúsculas,) argumentó que tenía de sobra informes de inteligencia que supuestamente probaban el delito de hackeo, armando un tremendo escándalo amplificado por sus cachorros mediáticos. Gestó ese perverso relato para desviar la condena mundial en contra de su gobierno que le despojó a un asilado de su derecho, le revocó su naturalización como ecuatoriano y le entregó a las fauces hambrientas del imperio que reclamaba su extradición para acabar con quien se atrevió a revelar las atrocidades del invasor imperialista en sus guerras de saqueo y exterminio. El traidor arrinconado por el repudio planetario, alegó que el gobierno inglés se comprometió por escrito a no extraditar a Julián. Ni tal que se ha ofrecido…

Setenta días permaneció Ola Bini en prisión. Luego dictaron medidas sustitutivas; pero lo cruel fue que le prohibieron retornar a Suecia, su país, extrañándolo de su entorno familiar. Y todo sin que exista una sola prueba en su contra; sólo el odio de una ministra represora que se ensañó con alguien que para ella personificaba la imagen que más aborrece: el correísmo. La Justicia Penal Internacional, en base a la absoluta ausencia de prueba, como lo reconoció el Tribunal de la Corte Nacional de Justicia al resolver por unanimidad a favor de Ola Bini, condenará al Ecuador con indemnización de daños y perjuicios por este flagrante atropello a los derechos del sueco. Vendrá la Acción de Repetición para que los odiadores paguen de su plata por sus atrocidades.

De pasadita comentemos el chasco del alemán Olaf Scholz, que vino a Sudamérica para pedir el envío de armas a Ucrania. Se fue triste y compungido, nadie le apoyó en su terrorífica gestión a nombre de la UE, la OTAN y USA, que mira a esta región con los ojos de la avaricia por el litio que abunda en Bolivia y se relame por apropiarse para aplicarlo a su tecnología nuclear. El patio trasero vuelve a serle muy atractivo. Los de acá a su turno enviaron bombas lacrimógenas y más materiales de represión a la Áñez para su asalto a la democracia del Altiplano. Ahora se lo envían a Dina Boluarte para idéntica tarea en Perú, sin duda en el marco de la agónica Alianza del Pacífico, a la que ambicionó ingresar el actual, para utilizar esa plataforma neoliberal en torpedear a la verdadera integración regional que ya despierta esperanzada, con el verdor progresista que se apodera de la voluntad popular.

Fe de Erratas.- En el artículo anterior “Tú también Brutus?”, se deslizó un error involuntario. No es “Paúl Granda”, sino “Paúl Carrasco”. Pido disculpas. Gracias.