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Opinión

Frívolos…¿Cuánto ha cambiado el internet nuestras vidas?

Con el uso continuo de internet, nuestro cerebro se está rediseñando, nuestro circuito neuronal se está reprogramando, al igual que nuestra memoria. Ya no pensamos de la forma que solíamos hacerlo.paulina andrade abad

 “Estar en todas partes es como no estar en ninguna« Séneca

Cuando en 1960 Marshall Mc Luhan publicó Comprender los medios de comunicación,  aquel libro donde apareció la famosa frase “El medio es el mensaje”. profetizó que los medios eléctricos del siglo XX: TV, radio, cine, teléfono, resquebrajarían la tiranía del texto sobre nuestros pensamientos y sentidos y  reconoció el poder transformador de las nuevas tecnologías de la comunicación.

Con el tiempo el internet, la red de redes, con su formidable capacidad de transmisión e interactividad que convierte a los usuarios en emisores masivos, parece haberle dado la razón.

El debate que ha suscitado Internet ha polarizado la opinión pública como nunca, por un lado están los que anuncian una nueva era dorada de acceso y participación, se alaba el torrente de contenido que libera la tecnología y lo ven como una señal de la democratización de la cultura y por otro, los escépticos, condenan la pobreza de lo contenido, observándolo como una señal de la “decadencia de la cultura” y presagiando una nueva era oscura de mediocridad y narcisismo.

Marshall Mc. Luhan el visionario de la «Aldea global de la Comunicación»[1]

Como ventana al mundo, y a nosotros mismos, internet moldea lo que vemos y cómo lo vemos -y con el tiempo, si lo usamos lo suficiente, nos cambia, como individuos y como sociedad-.

CAMBIOS EN NUESTRO CEREBRO

Con el uso continuo de internet, nuestro cerebro se está rediseñando, nuestro circuito neuronal se está reprogramando, al igual que nuestra memoria. Ya no pensamos de la forma que solíamos hacerlo.

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Cuando leemos un libro o un artículo largo, es muy fácil sumergirnos en su contenido, nuestra mente queda atrapada en los recursos de la narrativa o en los giros del argumento, pasamos horas surcando vastas extensiones de prosa, esto ocurre pocas veces hoy, nuestra concentración empieza a disiparse después de una página o dos, perdemos el sosiego y el hilo y nos ponemos a pensar qué otra cosa hacer, nos descentramos y tenemos que obligar al cerebro a volver al texto. La lectura profunda que solía venir naturalmente se ha convertido en un esfuerzo.

La información que antes nos llevaba horas frente a los estantes de una biblioteca, ha sido reemplazada por un clic, por una búsqueda en Google, y el dato definitivo o la cita provechosa aparecen rápidamente.

La web nos da acceso inmediato a fuentes de información increíblemente ricas, facilitándonos la vida: podemos hacer compras, gestiones bancarias, reservar un billete de avión, podemos leer y escribir e-mails, analizar titulares, revisar Facebook o ver videos en streaming algo que era imposible décadas atrás.

Mc Luhan, se dio cuenta de que los medios no solo son canales de información, proporcionan la materia del pensamiento, sino también modelan el proceso del pensamiento; y lo que parece estar haciendo la web es debilitar nuestra capacidad de concentración y contemplación. Estemos o no en línea, nuestra mente espera absorber información de la misma manera en la que la distribuye la Web, en un flujo veloz.

Se da un fenómeno común, cuanto más se usa internet, más hay que esforzarse para permanecer concentrados en textos largos, sea en pantalla o en papel.

Para la generación millenials la idea de leer un libro se ha vuelto anticuada, basta con acudir a Google, donde pueden absorber  información relevante rápidamente en un minuto o dos,  es común escucharlos  que leer un libro no es un buen uso de tiempo, ya que pueden tener toda la información que quieran con mayor rapidez a través de la web.

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La inmersión digital ha afectado incluso el modo en que los jóvenes absorben información, ya no leen una página de izquierda a derecha y de arriba abajo, incluso puede que se salten algunas buscando la información pertinente.

Estamos entregando nuestro viejo proceso lineal de pensamiento, calmado, sosegado, sin distracciones, para que esa mente sea desplazada por una nueva que quiere y necesita recibir y diseminar información en estallidos cortos, descoordinados, frecuentemente solapados – cuanto más rápido mejor-.

PONIENDO A PRUEBA LA PLASTICIDAD CEREBRAL

Durante buena parte del siglo pasado, biólogos y neurólogos creyeron que la estructura del cerebro adulto nunca cambiaba, que nuestras neuronas se conectaban en circuitos durante la infancia cuando nuestros cerebros son maleables, y que, al llegar a la madurez, el trazado del circuito quedaba fijado, algo parecido a una estructura de hormigón endurecida con su forma final, que, tras cumplir los veinte años, no se creaban neuronas nuevas ni se forjaban nuevos circuitos.

Hoy se sabe que incluso el cerebro adulto es maleable, o “plástico”, que puede constituir nuevos circuitos neuronales a lo largo de la vida, y que los antiguos circuitos pueden tanto fortalecerse, debilitarse o extinguirse por completo.

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Según estudios realizados por neurólogos, en nuestros cerebros hay unos cien mil millones de neuronas, que tienen formas diferentes y varían de longitud desde unas décimas de milímetro a casi un metro[2]. Una sola neurona normalmente tiene muchas dendritas (aunque solo un axón), y tanto las dendritas como los axones pueden tener una gran cantidad de ramas y terminales sinápticas.

Los miles de millones de sinapsis que se producen dentro de nuestros cerebros atan a las neuronas entre sí en una densa malla de circuitos en formas que todavía estamos lejos de entender. 

Con los conocimientos  actuales de la neuroplasticidad  se ha podido descubrir la esencia del intelecto, el cómo encontramos, almacenamos e interpretamos información, cómo dirigimos nuestra atención y empleamos nuestros sentidos, cómo recordamos y cómo olvidamos.

Cuando una neurona se activa, un impulso fluye del soma a la punta del axón,  liberando neurotransmisores, estos hacen sinapsis, que permiten que una neurona transmita información a otra, adhiriéndose a una dendrita de la neurona vecina. Esas sinapsis son la forma en que las neuronas se comunican entre sí, dirigiendo la transmisión de señales eléctricas a lo largo del cuerpo humano.

Gracias a esa plasticidad el cerebro puede recomponerse luego de daños neuronales, pero  esa capacidad disminuye a medida que envejecemos, aunque las neuronas nunca dejan de romper viejas conexiones y establecer otras nuevas, y nunca dejan de crearse nuevas células nerviosas.

El cerebro, tiene la capacidad de reprogramarse sobre la marcha, alterando la forma en que funciona. Cada vez que se realiza una tarea o se experimenta una sensación, sea física o mental, se activa un conjunto de neuronas en nuestro cerebro [3].A medida que la misma experiencia se repite, los enlaces sinápticos entre las neuronas se hacen más fuertes y más abundantes. Pero estos enlaces también pueden debilitarse en respuesta a experiencias, o como resultado de alteraciones fisiológicas y anatómicas o por negligencia en su uso.  

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Nuestros patrones de pensamiento afectan la anatomía de nuestros cerebros. Podemos decir que neurológicamente acabamos siendo lo que pensamos

¿QUÉ EFECTOS TIENE EL INTERNET SOBRE NUESTRO CEREBRO?

Al otorgar tanta información y estimulación, internet ha convertido a nuestro «cerebro en malabarista». Hay una tendencia a buscar cada vez más datos, con más complejidad,  sobrecargándolo, cambiando la forma de procesar la información, y  transformando con ello no solo a los individuos sino a la especie toda.

Con la red, hay distracción constante, un dato nos distrae de otro, lo que impide a nuestra mente pensar de forma profunda o creativa y sopesar mejor una decisión o resolver un problema.

Gary Small, catedrático de Psiquiatría en la UCLA y director del Centro de Memoria y Envejecimiento, ha estudiado los efectos sicológicos y neurológicos del uso de los medios digitales, sus hallazgos apoyan la creencia de que la Red provoca extensos daños cerebrales.

La actual explosión de la tecnología digital está alterando rápidamente nuestros cerebros. El uso diario de ordenadores, smartphones, buscadores y otras herramientas informáticas estimula la alteración de las células cerebrales y la liberación de neurotransmisores, fortaleciendo gradualmente nuevas vías neuronales  al tiempo que debilita las viejas.[5]

El estudio demostró que cuando la gente hace búsquedas en la Red, muestra un patrón de actividad cerebral muy distinto del que aparece cuando lee texto como el de un libro. Los lectores de libros presentan mucha actividad en regiones relacionadas con el lenguaje, la memoria y el procesamiento visual, pero no tanto en las regiones prefrontales asociadas con la adopción de decisiones y la resolución de problemas. 

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Para leer, nuestra mente necesita estar calmada, lejos de las distracciones constantes, sin tener que dividir permanentemente la atención entre lo importante y lo superficial, así entonces ¿Cuándo se tiene tiempo para razonar?.

Los usuarios experimentados en la Red , en cambio muestran una actividad extensa por todas las regiones cerebrales cuando rebuscan páginas de internet.

La navegación por internet, debido a que activa tantas funciones del cerebro, puede ayudar a las personas de más edad a mantener la agudeza de sus mentes, buscar en la Red «ejercita» el cerebro de modo similar a la de resolver un crucigrama.

«Las evidencias muestran que hacer varias cosas a la vez en internet no mejora la capacidad de los individuos para realizar múltiples tareas en otros lugares, pero si disminuye la de mantener la concentración en una sola tarea».[6]

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La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha expresado su preocupación, recomendando que los niños menores de cinco años no pasen más de una hora al día al frente de cualquier tipo de pantalla.

Como vemos la Red ofrece el tipo de estímulos sensoriales, cognoscitivos, intensivos, interactivos, adictivos, capaces de provocar alteraciones en las funciones cerebrales, con excepción de los alfabetos y los sistemas numéricos, por eso decimos que bien podría ser la más potente tecnología de alteración de la mente humana que jamás se hay usado de forma generalizada. Como mínimo es lo más potente que ha surgido desde la imprenta.

NOTAS

[1] Fotografía de Marshall Mc.Luhan consultada en https://es.wikipedia.org/wiki/Marshall_McLuhan

[2] Además de las 100.000 millones de neuronas del cerebro, hay cerca de un billón de glias o células gliales. Se suponía que las células gliales eran inertes, que básicamente servían de relleno a las neuronas ( Glia significa pegamento en griego). Durante las dos últimas décadas, los neurocientíficos han encontrado que las glías tienen un papel importante en el funcionamiento del cerebro. Una especie particularmente abundante de células gliales, llamada astrocitos, liberan átomos de carbono y producen neurotransmisores en respuesta a las señales de otras células

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[3] El funcionamiento de la sinapsis es extraordinariamente complicado y en él influye una amplia gama de productos químicos, incluidos transmisores como el glutamato ( que fomenta la transferencia de señales), como diversos moduladores, como la serotonina, la dopamina, la testosterona y los estrógenos, que alteran la eficacia de los transmisores. En casos raros, las membranas de las neuronas se funden, permitiendo el paso de las señales eléctricas sin mediación de las sinapsis. Véase Le Doux, Synaptic Self, particularmente pp. 49-64

[4] Mark Hallett, “Neuroplasticity and Rehabilitation”, Journal  of Rehabilitation Research and Development, 42, Nº 48 julio-agosto de 2005), XVII-XXII.

[5] Gary Small y Gigi Vorgan: Brain: Surviving the technological  alteration  of the modern mind, New York, Collins, 2008, p. 1

[6]The “online brain”: how the Internet may be changing our cognition. Joseph Firth John Torous Brendon Stubbs Josh A. Firth Genevieve Z. Steiner Lee Smith Mario Alvarez‐Jimenez John Gleeson Davy Vancampfort Christopher J. Armitage Jerome Sarris First published: 2019 DOI: https://doi.org/10.1002/wps.20617

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