Opinión
La Mamá
La mamá no se cansa.
La mamá recorre oficinas, golpea puertas, busca información.
La mamá tal vez sabe que hoy por hoy vive en un país de estulticia y crueldad, pero no ceja un minuto.
La mamá solo pide justicia, pero ¿quién tendría derecho a decir algo si pidiera venganza?, porque ¿no fue un asesinato a golpes la peor venganza quizá solo por haber ido a buscar respuestas, por haber visto quizá cosas que a alguien no le convenía que viera?
La mamá debe hilvanar noches y días con la única idea de que su niña por fin duerma en paz.
La voz de la mamá se quiebra al responder las preguntas, pero se recompone, se levanta y sigue, y seguirá, porque el qué dirán no debe ser la guía de nadie en un mundo y sobre todo en un país tomado por la más psicopática corrupción
La mamá quizá no lo sabe, transida de dolor, rota de indignación, desconcertada ante todas las puertas que se le cierran en la cara, pero está desbrozando un camino, y con ese trabajo sería suficiente para que el futuro la recuerde como una de tantas madres coraje de la historia de nuestros pueblos.
La mamá sabe que pelear contra los monstruos no es fácil, y sabe más que nada que lo más seguro es que de alguna manera sea derrotada por un sistema en donde lo único que interesa es sostener los privilegios de unos pocos, y que lamentablemente esa labor de sostén la realizan los asesinos de su sangre.
Por eso lo más probable es que no pase nada.
Por eso lo más probable es que se pretenda echar tierra sobre el asunto y esperar que el tiempo vaya barriendo los resquicios de este horrendo crimen como quisieron hacer con otros.
Pero la mamá no olvida.
No se deja ni se dejará comprar.
Y no olvidará jamás.
Como Luz Elena Arizmendi.
Como la mamá de Gustavo Garzón.
Como la mamá de Paúl Guañuna.
Como la mamá de Marcos Oto.
Y tantas otras mamás no solo aquí sino alrededor del mundo que hacen clamar la sangre de sus hijos e hijas derramada sin más motivo que la maldad.
Y aunque el dolor la rompe la mamá sostiene al nieto y sostiene la vida de la familia y se sostiene a sí misma para defender el nombre de su hija, nombre de natividad, calidez y esperanza, María Belén, destrozada a golpes, vejada aún después de la muerte, acusada de colopatía y de quién sabe qué más con el fin de justificar lo injustificable.
La mamá sigue tejiendo la vida, aunque el orden se haya invertido.
La mamá renace desde el vientre profanado de su hija.
La mamá pare de nuevo al nieto cada día con su ejemplo de valor y tenacidad, con la tibieza de su ternura y el fuego de su valor.
Tal vez, como otras mamás, la mamá no obtenga hoy por hoy más resultado que la frustración diaria de enfrentarse con un sistema podrido de la raíz al fruto, y eso lleva su cuota de angustia y de tristeza.
Pero la mamá ya es leyenda, ya es historia, ya es ejemplo.
La mamá enciende la luz de la conciencia y de la búsqueda.
La mamá es luz.
Y no se apagará, y seguirá brillando por más que hagan los asesinos sin consciencia.
Y mientras ella brille brillarán también todas las almas de buena voluntad que siguen la utopía de un mundo sin fantasmas de crueldad.
[para Elizabeth Otavalo]