Época de grave crisis moral

Vivimos una época plagada de dificultades. Ellas son individuales dada la falta de empleo, las limitadas oportunidades de control de la salud, las obligaciones con las tareas educativas propias o de los seres que están bajo nuestra responsabilidad, los problemas que surgen de una interrelación humana ya sea con los parientes más cercanos como padres, hermanos, hijos, familiares, vecinos, compañeros de trabajo o de estudios. A los problemas individuales que cada persona debe cargar se agregan los de la colectividad, puesto que la sociedad al mismo tiempo que nos ayuda a construir nuestra personalidad también nos comparte las dificultades propias de un conglomerado humano, de esta manera las dificultades de nuestros vecinos también se convierten en obstáculos para cada uno de nosotros, así la difícil movilidad, carencia de servicios básicos, bulla que se convierte en agresión acústica, el uso abusivo del espacio público limitando su disfrute a la mayoría de la comunidad, la falta de seguridad en el desplazamiento de las personas ya sea en su condición de peatones o de pasajeros de un transporte público. De manera tal que en pleno siglo XXI ya podemos contar con que los problemas individuales tienen un fardo adicional de problemas propios de la vecindad en la que hemos constituido nuestros hogares.

Si nos asomamos a lo que está pasando en una comarca de mayor extensión como el cantón, la provincia, el país, nos encontramos con un panorama tan difícil como el área geográfica en la que moramos. Las causas de los problemas son múltiples y muchas tienen que ver con aspectos económicos como la falta de trabajo adecuado, la inseguridad en el empleo, la falta de recursos para atender necesidades básicas como educación y salud, la incapacidad económica para adquirir una vivienda y más aspectos que tienen que ver con los ingresos de los habitantes de una zona determinada. También podemos agregar en las causas de los males a los gobiernos de turno desde el más cercano como el municipal o parroquial hasta el gobierno central y si queremos desarrollar un análisis más amplio llegamos a los gobiernos de potencias mundiales y a su esquema de control a través de un disfrazado monopolio del poder económico que impide sistemáticamente el desarrollo adecuado de los pueblos.

Mucho se pone el acento en los factores externos que moldean nuestras dificultades. Se culpa a los padres, a la familia, al vecindario, al mal gobierno local y nacional. Se reclama con efervescencia la vigencia de los derechos humanos que en estos tiempos han avanzado al agregarse a ellos los derechos de la naturaleza empezando por aquellos que protegen a la fauna urbana. Está bien exigir derechos pero en muchos casos se omite anotar que los derechos suponen también obligaciones, la exigencia de ser unos adecuados ciudadanos, hijos que responden al sacrificio de sus padres, padres que llevan su tarea con devoción y amor a sus hijos, maestros que inspiran a sus alumnos con su ejemplo, vecinos que hacen de la vida comunitaria una experiencia enriquecedora y agradable, gobernantes que desde el nivel más pequeño dan muestras de integridad en el manejo de fondos y el desarrollo de actividades buscando el bien común y no el provecho individual.

Una cuestión es fundamental para tratar los problemas y cómo salir de ellos, se trata de la moral o ética. Para muchos estudiosos la distinción entre un término y el otro se aclara cuando a la conducta individual se le denomina moral y a la que trata de los valores morales colectivos se le denomina ética. De manera que podemos encontrar personas morales e inmorales y hasta amorales es decir, en este último caso, aquellos que simplemente niegan la moral y viven según cada circunstancia. Los principios éticos de una sociedad históricamente han estado dados y guiados por las religiones dominantes: catolicismo, protestantismo, judaísmo, islamismo, sin embargo en este siglo la situación es bastante diversa puesto que el hecho religioso como tal está en franca crisis. El catolicismo con los casos de curas abusadores de menores de edad y mujeres que se ha hecho público y que se presenta en todas las latitudes del globo, causando espanto y repulsa de los propios católicos y no digamos de quienes no lo son, los protestantes o evangélicos también muestran tales deficiencias que sus congregaciones se asemejan más a empresas dedicadas a generar espectáculos públicos con ingresos bastante grandes para sus líderes y poca importancia al feligrés que aporta, el fanatismo de judíos y musulmanes que creen en un dios todopoderoso y lleno de amor únicamente para sus seguidores al tiempo que este mismo dios les anima a matar al otro que no piensa igual.

Las religiones tradicionales están en crisis y el alejamiento de sus templos, tradiciones y ceremonias públicas y privadas es el signo de los tiempos. Tanto es así que se pueden ver imágenes y videos de antiguos y majestuosos templos en Europa convertidos en cafés, bares, restaurantes y en la mejor de las circunstancias bibliotecas. Las antiguas comunidades religiosas están desapareciendo, como es el caso de los Hermanos Cristianos en el catolicismo y la Iglesia Metodista en el mundo protestante.

La Iglesia Católica reclamó en el pasado ser la depositaria de la moral individual y pública. La crisis moral de las personas se produce por la falta de referencia, en sus vidas, a las enseñanzas religiosas; sin embargo cabe reflexionar, elaborar y sistematizar una moral laica que dejando de lado a la religión oriente la vida de las personas en la certeza de una humanidad única en esencia que no sabe de barreras raciales, sociales, culturales o de cualquier otro orden, que ve en cada ser humano un hermano en la dimensión de idéntico origen y destino; una moral que respeta el medio ambiente porque es el espacio y la vida que debe preservarse por el bien presente y futuro, el amor a los animales como seres vivos y sintientes que hacen de este planeta el más hermoso del universo conocido.

Se puede y debe construir una moral individual que nos dé como resultado una formulación ética para la convivencia en la sociedad. Los ancestrales pueblos indígenas de nuestro continente han hecho un aporte fundamental en este sentido, ellos hablan del buen vivir más que de tener, se trata –dicen- de vivir en armonía con la madre naturaleza y no tanto de que el hombre como lobo del hombre luche por tener más y más cada día.